Por Juan Villacorta Paredes

En la actividad analítica o crítica de una obra de arte, se cree generalmente que basta la intuición o la simple curiosidad para encontrar algún elemento estético que pueda ser motivo de discusión y por tanto razón para dale valor trascendente a la obra. Una idea así corresponde lógicamente a los neófitos en el asunto, a los desinteresados en la correcta comprensión del arte, pero no a las personas conscientes que se propones extraer la belleza misma para orientarla a su verdadero fin que es la formación espiritual del ser humano por la satisfacción verdadera del placer estético y que deber ser guiado con regularidad y método.
Es tiempo ya que se exija del curso de arte los fines a que está destinado; estos son: la formación espiritual, la cultura y la orientación profesional, y se deje de lado esa idea anticuada y ancestral que considera al arte como conocimiento complementario e inútil y que por lo mismo debe quedar sujeto a la intuición y a la insignificancia de tiempo. Criterios de esta índole corresponden a países pobres, incultos y por tanto retrasados en los cuales sus habitantes no son capaces de hacer nada y tienen que vivir esperando la sugerencia o la realización extraña.
Es necesario e imprescindible dar a la juventud estudiosa mejor conciencia de la importancia del arte en la vida espiritual y material, puesto que aceptamos las realizaciones humanas de acuerdo al impacto emocional, espiritual e intelectual que en nosotros suscite. De modo que el hombre tiene que entender esencialmente las preferencias del espíritu si se propone lograr un sitial de privilegio ante los demás.
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